Para las 257 ganaderías bravas de México, el nuevo formato de “corridas de toros sin sangre“, recién aprobado en la capital mexicana -que se pretende extender al resto del país este año-, conllevaría el fin de la crianza de la raza bovina de lidia para 2027.
El presidente de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia (ANCTL) y propietario de la divisa de Pozohondo, Ramiro Alatorre, dijo a EFE que, en caso de aprobarse una reforma a nivel federal, el efecto sobre el ganado bravo sería “inmediato”, ya que el 90 % se enviaría al matadero en uno o año y medio.
Alatorre transmitió así el rechazo de las 257 ganaderías de lidia que representa la ANCTL, -de las cuales “el 95 % crían exclusivamente ganado bravo”-, a participar en corridas de toros que no incluyan el tercio de varas, de banderillas y la suerte suprema.
Los criadores consideran la reciente ley aprobada en el Congreso de Ciudad de México como “una prohibición velada”, por lo que su negativa a proveer toros para espectáculos bajo estas condiciones es rotunda.
El ganadero Sergio Hernández, del hierro de Rancho Seco, con más de 100 años de existencia, explicó a EFE que al no castigar al toro bravo “para liberar endorfinas, liberar la congestión y respirar mejor”, se corre el peligro de que el animal muera de un infarto.
La cuestión más amenazante para el sector es la económica. La experiencia de Quito (capital de Ecuador) con las corridas sin muerte desde 2011 demostró la inviabilidad de esta modalidad de tauromaquia, llevando al cierre de la plaza de toros por falta de público, señaló Alatorre.
El resultado en México sería que “las 118.000 cabezas de ganado bravo que pacen por las 170.000 hectáreas en campos mexicanos” serán sacrificadas en mataderos para destinarse al consumo humano, apuntó el presidente de la ANCTL.
Alatorre afirmó que las autoridades no les dieron “propuesta alguna” ni les “consultaron”, ante el impacto de este nuevo escenario para el sector.
Señaló que estudios realizados por la ANCTL muestran que en los ranchos de ganado bravo la fauna es cuatro o cinco veces mayor que en las haciendas sin ellos.
Añadió que solo entre el 7 y 8 % de los toros muere en la plaza, lo cual “permite mantener el resto de cabezas de ganado bravo”.
El ganado destinado al consumo de carne vive entre 12 y 18 meses, mientras que “el de lidia vive entre 5 y 6 años”, aseguró.
Julio Uribe, del hierro de Torreón de Cañas, coincidió en la negativa a enviar a sus toros a corridas sin sangre, pues se acabarían por “mezclar” vacas bravas con sementales para el consumo de carne.
El Congreso de Ciudad de México aprobó el pasado 18 de marzo las “corridas de toros sin sangre”, regulación que busca ser extendida a todo el país mediante una reforma a la ley federal de Bienestar Animal, que puede discutirse este año.
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