Roberto Gargarella, destacado constitucionalista argentino y doctor en Derecho por la Universidad de Chicago, calificó como una “farsa triste” la elección judicial de este domingo en México.

Durante una entrevista con Aristegui en Vivo, el académico cuestionó severamente la legitimidad democrática de la consulta, apuntando que la participación ciudadana fue mínima y que el resultado representa una peligrosa concentración de poder.

“Lo veo como el producto de una farsa triste”, afirmó Gargarella. “Es muy difícil sostener que esto no ha sido un tremendo fracaso, simplemente por el hecho de que casi todo el pueblo mexicano le dio la espalda, lo ignoró, y los que fueron, yo creo que fueron empujados, con votos ya definidos, puestos en el bolsillo porque entre otras cosas, era imposible de entender para cualquiera”.

En ese sentido, consideró que el proceso electoral no generó entusiasmo popular ni pudo consolidarse como un vínculo legítimo entre el poder judicial y la democracia.

Gargarella expresó su pesar por el ejercicio en su conjunto: “Los autócratas de este tiempo, yo creo que lo primero que hacen con este tipo de eventos es tragar saliva, advertir lo que han hecho, pero enseguida decir: ‘Bueno, festejemos y hagamos como que estamos celebrando esto’. Porque finalmente, lo que han hecho es obtener lo que querían: darle una pátina de legitimidad a esto, que es una barbarie jurídica. Lo siento muchísimo”.

Al ser cuestionado por Carmen Aristegui por el uso de la palabra “autócrata”, el especialista señaló que el término se inscribe dentro de una “modalidad muy propia de este tiempo, personas que quieren hacer y decidir por su propia cuenta, algunos con mayor carisma, otros con mayor vocación y apertura, otros con más violencia, como en el caso del presidente argentino [Javier Milei], con una enorme virulencia verbal y falta de respeto permanente”.

“En el caso de México, me parece claro que tanto la militarización que ha ido sufriendo la política, como la concentración de poderes, como el control que parecer tener hasta ahora del Congreso, y desde ahora posiblemente del poder judicial… bueno, es difícil seguir hablando de una democracia tal como uno la entendía personalmente. Y eso lo digo como un ejercicio académico, pero también como comprobación política”, afirmó.

Señaló que Occidente vive un “momento muy trágico” y que, en el caso de México, la elección judicial podría describirse como “una de las mayores tragedias jurídicas de nuestro tiempo, si no la mayor”.

Subrayó que el procedimiento estuvo “desligado de la democracia desde un inicio” y criticó que la legitimación del poder judicial se pretenda alcanzar por medio de mecanismos opacos.

“Antes de saber quién ha sido electo, es importante señalar que el proceso está herido en su legitimidad democrática de modo muy profundo”.

El constitucionalista llamó a los comunicadores y activistas a seguir denunciando la ilegitimidad del proceso, más allá de los nombres de los jueces electos: “Estaba mal desde un inicio, y por el modo en que se ha desarrollado, por la ausencia de respaldo popular, este proceso debe ser impugnado. Antes de hablar de los candidatos específicos, no dejar nunca de decir, nunca dejar de aclarar, que el proceso está viciado jurídicamente”.

El académico se mostró preocupado por el hecho de que los nuevos jueces de la Suprema Corte electos bajo este mecanismo, ahora puedan escudarse en una supuesta “legitimidad popular”, a pesar de que —según él— “el pueblo les dio la espalda”.

Foto: Reuters

Un fenómeno regional de erosión democrática

Desde una perspectiva regional, Gargarella ubicó la elección judicial de México dentro de una tendencia más amplia de “erosión democrática” en Occidente, en la que los gobiernos concentran poder y desarman los mecanismos de control institucional.

“Esto se inscribe en una serie de eventos que están ocurriendo en todo Occidente, lo que se llama el fenómeno de erosión democrática: poderes concentrados que desarman la maquinaria de frenos y contrapesos”.

Gargarella, aseguró que siempre ha abogado por un mayor vínculo entre el poder judicial y la ciudadanía. No obstante, considera que el modelo implementado en México representa lo opuesto.

“Si uno quería tomar medidas para democratizar el poder judicial, podía hacer muchas cosas: sistemas de jurado, control popular, acciones colectivas, acceso gratuito a la justicia. La última opción debió ser esta”.

Foto: Reuters

También lamentó que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) no haya intervenido para frenar un proceso que, a su juicio, debió haber sido declarado inválido desde el inicio.

“Nuestra expectativa estaba puesta en que la Corte Suprema, frente a la enorme posibilidad que tenía, dijera: ‘Este proceso no puede seguir así. Esta iniciativa es inválida. Esta iniciativa debe frenarse por la salud constitucional de la República’. Bueno, no lo ha hizo. Desde ese momento, en el que yo tenía todavía alguna esperanza, la dejé toda de lado. Como decía Dante: ‘¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!’. Aquí ya hemos ingresado a la zona oscura, y es difícil tener ninguna expectativa”.

Sobre la creación del Tribunal de Disciplina Judicial, Gargarella se dijo “horrorizado” por la idea de que los juzgadores puedan ser cuestionados por utilizar lo que denominó como “la materia prima de la decisión jurídica”, como es la interpretación: “Eso diría que es uno de los legados más tétricos de esta iniciativa”.

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